6 de mayo de 2007

El infierno de Stalingrado



Verano del 42.

Hitler lanza al 6º ejército a las órdenes de von Paulus a tomar Stalingrado, controlando así el paso del Volga vital para los suministros soviéticos y tratando de aniquilar totalmente las tropas de Timoshenko.

Stalin ordena defender la ciudad, su ciudad. La resistencia es feroz y los alemanes tienen que ir tomándola manzana a manzana. El invierno les cae encima y da tiempo a reorganizar las tropas soviéticas.

El 19 de Noviembre el general Yukhov ordena un descomunal ataque a los flancos del 6º ejército, dejándolo embolsado en Stalingrado y sin suministros.

En Enero, von Paulus capitula. De los 400.000 soldados que estaban a sus órdenes, sólo quedaban 250.000 hombres.

Por parte soviética, han muerto 750.000 soldados y dos millones de civiles.

Parte del cuarto millón de supervivientes del 6º ejército hechos prisioneros se quedaron a reconstruir la ciudad; la mayoría, enviados a Siberia a las minas de sal, cobre y uranio. Sólo unos miles volvieron a pisar tierra alemana años más tarde.


Enero de 1943: El último avión alemán despega de Stalingrado. Lleva siete sacas de correo con cartas de soldados que nunca serán entregadas.
El ejército las requisa para evaluar la moral de la tropa: la mitad demuestra
una "actitud desdeal y negativa" hacia el mando, un tercio es indiferente y únicamente el 2% lo aprueba.
El informe previsto es cancelado y las cartas van a parar a los archivos del ejército.

1954: Las cartas son encontradas.


CARTA CUARTA

… El martes destruí dos T-34 (tanques soviéticos)... después pasé junto a los restos humeantes. De la torreta colgaba un cuerpo, cabeza abajo, sus pies atrapados y sus piernas ardiendo hasta las rodillas. El cuerpo estaba vivo, la boca gesticulaba. Debía de sufrir un dolor horrible. Y no había posibilidad de liberarle. Incluso si la hubiera habido, habría muerto tras unas pocas horas de tortura. Le disparé, y cuando lo hice, las lágrimas corrieron por mis mejillas. Ahora llevo llorando tres noches por un tanquista ruso muerto, de quien soy su asesino. Los "cruces" de Gumrak me dan asco, y también muchas cosas ante las que mis camaradas cierran los ojos y aprietan los dientes. Me temo que nunca volveré a dormir tranquilo en el caso de que vuelva con vosotros. Mi vida es una terrible contradicción, una monstruosidad psicológica.

CARTA SEPTIMA

En Stalingrado, cuestionarse a Dios significa renunciar a Él. Querido padre, debo decírselo, y estoy doblemente arrepentido por ello. Usted me sacó adelante, no tuve madre, y siempre mantuvo a Dios ante mis ojos y mi corazón. Y yo reitero doblemente mis palabras, pues van a ser las últimas. Después de ellas no voy a poder pronunciar otras que puedan remediarlas o disculparlas. Usted es sacerdote, padre. En la última carta que uno escribe, únicamente dice la verdad o lo que cree que es la verdad. He buscado a Dios en cada crater de obús, en cada casa destruida, en cada esquina, entre mis camaradas cuando estoy en mi trinchera, y en el cielo. Dios no se mostró cuando mi corazón le gritaba. Las casas fueron destruidas. Mis camaradas fueron tan valientes o cobardes como yo. La ira y el asesinato estaban en la tierra. Bombas y fuego caían del cielo. Pero Dios no estaba ahí. No, padre, Dios no existe. Se lo escribo otra vez, y sé que es terrible, y que no puedo remediarlo. Y si después de todo hubiera un Dios, sólo estaría con usted, en los libros de himnos y oraciones, en los consejos piadosos de sacerdotes y pastores, en el tañir de las campanas y en el olor a incienso. Pero no en Stalingrado.

1 comentario:

Campu dijo...

Se me ha puesto la piel de gallina leyendo estos testimonios tan bien relatados...

Me ha gustado tu entrada, Mendiguiño. Y me ha recordado a la película, que recomiendo, "Los mejores años de nuestra vida"...una historia de las consecuencias y "el después" de una guerra. Tres soldados que regresan a su hogar y se ven envueltos en la dura realidad de un mundo que no comprende ni comprenderá nunca lo que han vivido...unos hijos que no le reconocen después de tanto tiempo, una esposa que ha amado a otro hombre en su ausencia, un hombre que tiene que aprender a seguir luchando con las manos amputadas...

Han perdido eso, los mejores años de su vida...